Las diversas condiciones agroecológicas, las condiciones climáticas de la campaña y la gestión empresarial generan diferentes esquemas de manejo y niveles de productividad, por lo que los costos varían entre fincas y entre empresas. En este informe se consideran dos posibles esquemas de manejo de soja: uno, con el uso mínimo de tecnología -cada vez lo menos posible-; otro, con alta tecnología (Figura 1, que se publica en la tapa).
En la Figura 1 se observa cómo se distribuye el gasto desde el barbecho a cosecha. Tanto en baja como en alta tecnología el gasto en herbicidas es el más significativo en ambas campañas. En alta tecnología en 2020/21, el gasto en semilla ocupaba el segundo lugar. En 2021/22, en tanto, sería remplazado por el gasto en fertilizantes. En el cálculo se utilizó la dosis de uso frecuente de fósforo en la región (40 kg de pentóxido/ha) que no llega a cubrir lo que se extrae. El tercer lugar lo ocuparía la cosecha, cuya tarifa no está definida, pero de la que se espera un incremento en dólares de por lo menos un 15%, respecto de 2021.
Al día de hoy, los costos de la campaña 2021/22 registran entre un entre un 8% y un 14% de aumento, en comparación con los de la campaña anterior.
Rindes de indiferencia
Además de la suba de costos, existe una disminución de la rentabilidad. Esto puede verse cuando se comparan los rindes de indiferencia de ambas campañas. Este indicador representa las toneladas de soja que se necesitan para cubrir un determinado nivel de costos a un precio dado.
En la Tabla 2 se muestran los gastos y los rendimientos de indiferencia de la campaña 2020/21, y los que se esperan para la 2021/22. La rentabilidad estimada resulta menor para la actual campaña, ya que se requieren alrededor de 350 kg más de soja para cubrir los costos de la hectárea.
La producción en arriendo -en especial, si este es porcentual- sería la más resentida.
Fuente: La Gaceta