En los últimos días, el panorama económico de Argentina se ha visto sacudido por declaraciones del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien expresó su voluntad de considerar un Tratado de Libre Comercio (TLC) con Argentina. Trump elogió al mandatario argentino, Javier Milei, como un «gran líder» y destacó el «trabajo fantástico» que está realizando. Este posible acuerdo ha despertado expectativas y generado diversas reacciones en el ámbito comercial y productivo.
Para comprender mejor las implicancias de esta posible alianza, conversamos con el economista Mike Palou, quien aportó su visión sobre las oportunidades y desafíos que podría implicar un tratado de este tipo entre ambas naciones. «No es fácil responder estas preguntas porque la economía es dinámica y no está exenta de contexto, tanto histórico como político«, señala Palou. En este sentido, explicó que un tratado de libre comercio tiene como propósito eliminar distorsiones y mejorar las relaciones comerciales entre los países firmantes. «Para Argentina puede representar una oportunidad muy importante, siempre y cuando los sectores productivos estén a la altura de las exigencias de los mercados globales«, enfatiza.
Estados Unidos es un mercado que está «siempre ahí», pero acceder a él con éxito requiere de estándares de calidad elevados, algo que en la actualidad representa un desafío estructural para la Argentina. «Si no llegás, es por algo«, señala Palou, sugiriendo que el país deberá mejorar sus niveles de competitividad para aprovechar el potencial de este tipo de acuerdos.
Las reacciones en el ámbito económico han sido diversas. «Por un lado, la noticia puede generar un efecto positivo en los mercados, simplemente por la expectativa de abrir el acceso al mercado estadounidense», indica el economista. Sin embargo, advierte que hay que analizar con detenimiento las consecuencias a largo plazo. «Un TLC puede generar un aumento del comercio en sectores que sean competitivos y capaces de aprovechar las oportunidades de exportación. Pero también exige cambios profundos y puede traer consigo conflictos geopolíticos«, advierte.
Uno de los riesgos asociados a este acuerdo radica en la dependencia comercial. «Si nos concentramos demasiado en Estados Unidos y descuidamos otros mercados, podríamos ser muy vulnerables a cambios en la política económica de ese país«, explica Palou. Asimismo, recuerda que Argentina es parte del Mercosur, lo que implica ciertas restricciones para negociar acuerdos de libre comercio de manera individual. «El Mercosur puede generar limitaciones para una integración bilateral con Estados Unidos, lo que podría derivar en tensiones internas y requerir reformas institucionales para que el acuerdo sea viable«, puntualiza.
La cuestión agropecuaria también es un factor clave en el análisis del impacto de un TLC. Palou destaca que una mayor apertura podría significar el ingreso de productos agroindustriales estadounidenses que compitan con la producción local. «Es probable que ciertos productos derivados del maíz puedan ingresar al mercado argentino, pero la demanda interna no es tan significativa como para representar una amenaza inminente», opina. No obstante, reconoce que un tratado de este tipo no solo representa oportunidades de exportación, sino también un aumento de la competencia interna con productos provenientes de Estados Unidos.
Argentina podría analizar experiencias previas de otros países que han firmado tratados similares con Estados Unidos. «México, Chile, Australia y Canadá son algunos ejemplos de naciones que han aumentado su comercio internacional gracias a estos acuerdos», explica Palou. «En el caso de Chile, se evidenció un incremento en las exportaciones agrícolas luego de la eliminación de barreras arancelarias«, añade. Además, destaca que estos tratados impulsan mejoras en los estándares de calidad, dado que el mercado norteamericano es altamente exigente en este aspecto. «Para competir en ese nivel, Argentina deberá realizar reformas estructurales que le permitan ser más competitiva«, sostiene.
Otro de los efectos positivos de un TLC podría ser la transferencia tecnológica. «Abrirse al comercio con un país tecnológicamente más avanzado permite acceder a insumos y herramientas de mayor calidad, lo que puede mejorar la productividad y la eficiencia de la industria local«, señala Palou. En este sentido, recuerda que Argentina ya ha experimentado beneficios similares en décadas anteriores sin la necesidad de un tratado formal.
A pesar del entusiasmo inicial, la concreción de un acuerdo de este tipo requiere de pasos formales y negociaciones entre ambas partes. «Las principales trabas surgen por la estructura comercial de Argentina dentro del Mercosur, que limita su capacidad de negociar individualmente«, explica el economista. Sin embargo, destaca que Estados Unidos ha manifestado reiteradamente su interés en reducir las barreras arancelarias que otros países le imponen. «Hoy en día, Argentina aplica tasas muy altas a las exportaciones estadounidenses, mientras que la relación no es recíproca. En este contexto, podría ser una ventaja para Argentina», analiza.
En cuanto a los plazos para la concreción de un posible acuerdo, Palou se muestra cauto. «Es difícil hablar de tiempos concretos porque Argentina tiene limitaciones estructurales, como el cepo cambiario y restricciones cruzadas al acceso al dólar«, señala. Por lo tanto, considera que una política de este tipo no podría aplicarse de inmediato. «Si bien la intención política existe, el país necesita un análisis económico más profundo antes de avanzar con este tipo de tratados», concluye.
El posible Tratado de Libre Comercio entre Argentina y Estados Unidos genera expectativas y desafíos. Si bien representa una gran oportunidad de expansión comercial, también exige cambios profundos en la estructura económica del país. Mientras las negociaciones avanzan, el sector agropecuario y productivo analiza los impactos que un acuerdo de esta magnitud podría tener en su desarrollo y en la competitividad de los mercados locales.