La campaña azucarera 2025 en Tucumán avanza con cifras históricas y desafíos climáticos. Con 79 días de molienda, más de 4,6 millones de toneladas de caña ya han sido procesadas, lo que representa un 20 % más que el año anterior. En paralelo, se registra una producción récord tanto de azúcar como de bioetanol. Sin embargo, este notable avance convive con la amenaza de las heladas, un fenómeno que preocupa a técnicos y productores por su impacto potencial sobre los cultivos. Para conocer más en profundidad esta situación, conversamos con José García, técnico del INTA, quien ofreció un análisis detallado de la coyuntura actual.
García comenzó destacando el crecimiento en superficie cosechable: “Este año contamos con unas 300.000 hectáreas, un 1,5 % más que en la campaña anterior. Es una cifra alentadora, considerando las condiciones climáticas adversas que enfrentamos durante el verano”.
Según estimaciones de la estación experimental Obispo Colombres, en 2025 hay unas 18,5 millones de toneladas de caña disponibles para molienda. “Durante el verano hubo momentos críticos por la falta de lluvias y altas temperaturas, pero el inicio del otoño trajo consigo condiciones más favorables que permitieron una recuperación significativa del cultivo”, explicó García.
Uno de los aspectos que el técnico destacó fue la mejora en el rendimiento fabril, es decir, el contenido de azúcar en los tallos de caña. “Desde abril venimos monitoreando el estado madurativo de los cañaverales, y observamos un incremento de 0,9 puntos en comparación al año pasado. Eso significa que arrancamos la zafra con niveles altos de azúcar, lo cual es muy positivo”, afirmó.
Sin embargo, el panorama se complica con la llegada de las heladas. “Estos eventos paralizan el proceso de maduración y detienen la acumulación de azúcar en las plantas. Además, pueden dañar las yemas, que son fundamentales para futuras plantaciones”, advirtió García. “Otro efecto preocupante es el deterioro de la calidad del jugo, lo cual afecta directamente la producción durante la zafra”.
La situación se agrava por la sequedad del follaje tras las heladas, lo que aumenta el riesgo de incendios. “El fuego puede ingresar fácilmente a los cañaverales secos, deteriorando aún más la materia prima y provocando consecuencias no solo productivas, sino también ambientales y sociales”, remarcó.
Según datos recientes, en zonas como Colalao del Valle se registraron temperaturas de hasta −5 °C al ras del suelo y −1 °C en abrigo durante más de tres horas. “Esas condiciones pueden comprometer seriamente la calidad de la caña. Ya con −2 °C empezamos a notar quemazón foliar, y si bajamos a −3,5 °C o más, los síntomas se generalizan”, explicó.
Consultado sobre las zonas más afectadas, García fue cauto: “No hay una única región comprometida, ha habido variaciones importantes entre localidades. Lo recomendable es que los productores evalúen in situ los daños y se informen con datos meteorológicos locales”.
Otro factor a tener en cuenta es el estado de los cañaverales. “Este año hubo muchas cañas caídas por tormentas a fines de febrero. Esos lotes podrían estar más expuestos al daño por heladas que aquellos que permanecen erguidos”, añadió.
Sobre las posibles consecuencias a corto plazo, el técnico sostuvo que aún es pronto para emitir un diagnóstico definitivo: “Habrá que esperar al menos una semana más para evaluar con precisión la sintomatología. Pero podemos anticipar que habrá algún grado de afectación, aunque sea leve o moderado”.
El período de riesgo por heladas se extiende hasta finales de julio. “Es un fenómeno típico de la región en esta época, y los productores ya tienen experiencia manejando este tipo de contingencias. Aun así, no se descartan nuevos eventos durante este mes”, explicó.
Finalmente, García puntualizó en qué momento del ciclo de la caña resultan más dañinas las heladas: “Cuando ocurren temprano, afectan más porque la caña todavía está acumulando azúcar. Además, comprometen las semillas necesarias para las plantaciones del año siguiente. Y cuanto más se prolonga el deterioro, más se afecta la calidad del jugo y los rendimientos hacia el final de la zafra, que en Tucumán se extiende hasta octubre o noviembre”.
La campaña 2025 combina cifras récord con riesgos climáticos que no pueden ignorarse. El desafío para los productores será actuar con rapidez y cautela, adaptándose a un escenario donde las condiciones pueden cambiar de un día para otro.