Con suena a campo trascendemos fronteras para conocer cómo otros países trabajan en determinados cultivos o actividades que también tenemos en Argentina.
En esta ocasión, nuestro medio se puso en contacto con la ingeniera zootecnista Claudia Rodríguez, radicada en Nueva Zelanda quien nos contó en detalle sobre la producción de leche en este país.
«En un principio, fui a realizar una experiencia laboral y hace tres años ya que estoy viviendo en Nueva Zelanda trabajando en tambos», comentó la ingeniera.
Cabe destacar que Nueva Zelanda es pionero en lo que respecta a nuevas tecnologías para el tambo. Geográficamente el país se encuentra en Oceanía, abajo de Australia. El mismo, «se conforma por dos islas -la norte y la sur-«, explicó Rodríguez.
En lo que refiere a la producción, Nueva Zelanda cuenta con un total de 11 mil tambos lecheros y 5 millones de vacas lecheras. «Sumado a otras 5 millones de vacas carniceras, existe un promedio de 2 vacas por persona en este país. Esto es porque la población humana no llega a los 5 millones», remarcó la zootecnista.
Así, «en la isla Norte, como las temperaturas son más altas, las granjas son más chicas, de 450 vacas. La topografía también es diferente, en este lugar se produce mucho en la montaña, e incluso potreros muy cercanos al mar», indicó Rodríguez.
En tanto, en la isla Sur, «el clima es muy similar al patagónico y con una topografía llana. Esto hace que los tambos cuenten con una mayor cantidad de animales, que van desde las 1500 a las 2000 vacas«.
En cuanto a la producción, «la mayoría de los tambos producen leche fluida«, dijo Rodríguez. «Existen dos empresas muy grandes que son las que se encargan de industrializar. Y otra empresa que es relativamente nueva en el mercado«.
Además, recalcó que el 95% de lo que se produce se exporta en forma de leche en polvo a Rusia, China, India y países de la UE. Y el resto, se industrializa para el consumo interno.
Otro aspecto de gran relevancia que comentó la ingeniera es que allá casi no existe la figura del productor familiar como en Argentina que produce sus propios quesos, yogures y dulce de leche.
«En Nueva Zelanda, la producción es más grande y también las regulaciones son más altas. Si hubo en un tiempo cooperativas que hoy se ven como edificios abandonados en las rutas porque se fundieron. Acá, los productores familiares arrancan con 250 animales y son rentables. A diferencia de Argentina, y la cuenca lechera de Trancas, encontramos pequeños productores con 20 vacas».
Asimismo, otra gran diferencia es que en el país oceánico, la inversión es mucho mayor, sobre todo en lo que respecta a mejoras y nuevas tecnologías.
Además de la gran diferencia en las escalas de producción, el productor «chico o familiar» tampoco adopta esa figura en Nueva Zelanda porque normalmente no trabaja toda la familia en el tambo como pasa en Argentina, que la producción lechera se hace por tradición.
«Allá, si uno tiene las condiciones económicas, puede tener su tambo. O bien, generar su empresa como contratista. Esto significa poner un staff de empleados, motos, vehículos, tractores y todo un paquete para trabajar en el tambo. Pero las vacas no son tuyas, se alquilan«.
Otra gran diferencia: en Nueva Zelanda el tambo es rentable
La ingeniera zootecnista Claudia Rodríguez, explicó también que en el país oceánico la producción lechera es rentable. «Un productor chico de 250 vacas anda muy bien. Y no necesariamente con una gran tecnología«.
En este sentido, Rodríguez contó que allá «se usa mucho el WhatsApp para el trabajo«. Como por ejemplo, «se usa para cargar información, registros, bajas de animales, tratamientos, y todo lo demás. Esto es una tecnología que se podría aplicar en nuestro país».
Collares solares que guardan todo tipo de información
Rodríguez comentó además que se está implementando, en el país donde trabaja, una novedosa tecnología. Se trata de collares que se colocan en los animales y tienen un cargador solar. Entre las numerosas utilidades que tiene el uso de este artefacto, guardan todo tipo de información. «Además es posible, desde el celular, delimitar el área de un potrero que podrá comer un animal por día. Y ya no hace falta colocar hilos o boyeros«.