Durante el Congreso Anual de Maizar, la Asociación de Maíz y Sorgo de la Argentina, el presidente de la entidad, Pedro Vigneau, brindó con sus invitados con gaseosa cuyas burbujas provienen del anhídrido carbónico que surge de la transformación del maíz en bioetanol, y recorrió el evento vistiendo un traje de tela hecha con fibras de maíz y calzando zapatillas de suela de biopolímeros de maíz.
Es que, más allá de las presentaciones más conocidas (polenta, cereales de desayuno, snacks, pochoclos, etc), hay derivados de este grano grueso en prácticamente todas las bebidas dulces y gaseosas, en bebidas alcohólicas, en carnes, leche y huevos, en el alcohol sanitizante, en insumos de múltiples industrias como la papelera, farmacéutica, cerámica y otras, y hasta en los tanques de nafta de los autos, como biocombustible.
El lema del Congreso Maizar 2023 fue “Cocreando la Bioeconomía”, concepto emparentado con el de “economía circular” y a partir del cual el complejo maicero pretende encarar un contexto global caracterizado por la “transición energética” hacia un mundo menos dependiente de los combustibles fósiles y a la altura de los desafíos del Cambio Climático.
Leit motiv
El maíz, fue el leit motiv del evento, tiene ahí mucho que aportar. A través, por ejemplo, de un mayor corte de bioetanol en las naftas (hoy de 12%), y del avance tecnológico y productivo en las industrias bioplástica y bioquímica a partir del cereal. «El complejo maicero pretende encarar un contexto global caracterizado por la “transición energética”
No es que no sea ya un pilar de la economía. El estudio Cadenas Productivas Argentinas, publicado por el Ministerio de Economía en 2022, precisa que el maicero (aun en una definición limitada de actividades, mayormente primarias) fue el tercer complejo que más creció entre 2016 y 2021, un 50%, solo superado por el crecimiento de los de legumbres y maquinaria agrícola y el cuarto de más alta participación en las exportaciones, detrás de los complejos sojero, automotor e hidrocarburífero.
Mejor aún, desde mediados de la década pasada la cadena maicera es la segunda aportante a la balanza comercial argentina (y desde 2021 también la segunda que más exporta), teniendo en cuenta que el país importa ingentes volúmenes de energía y combustibles y tiene un fuerte déficit en el intercambio automotor.
Dos casos expuestos en la reunión atestiguan el potencial y velocidad de respuesta de la producción y transformación del maíz. Uno es interno, Córdoba; el otro, externo pero cercano, Brasil.
“El maíz ya es concebido más como biomasa que como polenta”, dijo en un panel sobre “industrialización masiva” Roberto Bisang, investigador y docente del Instituto Interdisciplinario de Políticas Públicas de la UBA. Y, a propósito de la evolución maicera de Córdoba, le preguntó a Gonzalo Agusto, economista jefe de la Bolsa de Cereales de la provincia, cuándo Dios se había hecho cordobés.
Agusto precisó que de tener 1,5 millones de hectáreas de maíz en la campaña 2008/09, la provincia pasó a casi 3,5 millones en la última, reduciendo la relación entre las áreas sojera y maicera de 4 a poco más de 1 a partir el envión iniciado en 2016, cuando las retenciones sobre el maíz se redujeron a cero, aunque luego desandaron parte del camino.
Más allá de oscilaciones atribuibles al clima, mostró Agusto, mientras en la primera década del siglo Córdoba producía 10 millones de toneladas de maíz al año, en la segunda produjo 18 millones y abasteció una creciente y variada industrialización interna para alimentación (golosinas, helado vegano, yogures, alimento para mascotas, fórmula para bebés) y usos industriales (generación de energía, producción de bioetanol, aspirinas, cartones, placas de durlock) a través de un cluster que incluye la producción de glucosa, maltosa, dextrosa, fructuosa, malto dextrina, colorante, dextrinas y colas y almidones modificados (productos de la “molienda húmeda”), y polenta, sémola y hommity grits para copos (“molienda seca”).
La molienda húmeda da cuenta del 23% de la capacidad nacional de procesamiento vía dos plantas de Arcor, que exporta sus productos con maíz a todo el mundo, incluidos destinos recientes como Israel y Mongolia, y procesa 350.000 toneladas de maíz al año. La molienda seca abarca 17 establecimientos que digieren otras 83.000 toneladas.
Adicionalmente, la provincia insume 815.000 toneladas anuales en 264 feedlots y miles de establecimientos de producción de carne bovina (9,7 millones de cabezas, 9% del rodeo nacional) y destina 730.000 toneladas a producir 3.600 millones de litros de leche en 2.650 tambos con 495.000 vacas lecheras. Otras 444.000 toneladas se destinan a producir carne porcina (11.700 establecimientos, casi todos pequeños) y 273.000 toneladas carne aviar y huevos en cerca de 300 granjas de distinto tipo.
Bioetanol
Pero la principal demanda son las 1.300.000 toneladas de maíz para bioetanol, del que Córdoba explica 73% de la producción nacional. La provincia logró así procesar 1 de cada 4 toneladas del maíz que produce “en cantidad y calidad”, dijo Agusto, gracias a reglas de juego claras y buena vinculación público-privada. Y produciría más y mejor bajo condiciones macroeconómicas estables.
Nelson Illescas, del Instituto para las Negociaciones Agrícolas Internacionales (INAI), planteó la necesidad de mejorar la inserción del maíz argentino mediante mejor infraestructura, menores costos logísticos y más investigación, desarrollo y trabajo técnico y diplomático para superar barreras comerciales y normativas. Hacen falta camiones y rutas adecuadas y contenedores refrigerados, contó como ejemplo, en especial si se tiene en cuenta la distancia media que recorren el maíz y derivados locales al exportarse: más de 10.500 kilómetros, contra 9.300 de los de Brasil, 8.500 de EEUU, 5.200 de la India, 3.800 de Francia, 3.200 de Ucrania y 2.900 de Rusia.
El complejo maicero argentino está muy cerca de la frontera tecnológica mundial, al punto de que el país es el segundo adoptante mundial de productos genéticamente modificados, pero necesita mejor logística y facilitación comercial, dijo Illescas.
Pero su mayor contra es que mientras una amplia mayoría de los países del mundo apoya a sus productores, con extremos como Noruega e Islandia, donde más del 50% del ingreso maicero es apoyo fiscal, y casos como China e Indonesia, donde bordea el 20%, en la Argentina soporta una detracción fiscal que en los últimos 3 años aumentó hasta rozar el 20%. Solo otros dos países del mundo desalientan así a sus propios maiceros: Vietnam y la India, pero mucho menos que aquí.
Infravinculados
Otro aspecto negativo, dijo Illescas, es que mientras la Argentina tiene solo 9 acuerdos comerciales registrados en la OMC, la Unión Europa tiene 40 y Chile 23. Y el país perdió clientes como Chile y Perú, ahora abastecidos por EEUU, con el que firmaron acuerdos de libre comercio.
En otro panel, Víctor Accastello, subgerente general de la Asociación de Cooperativas Argentinas (ACA), contó la experiencia de esta asociación de 130 cooperativas y más de 50.000 productores que en la campaña anterior comercializó 9,15 millones de toneladas de maíz. ACA arranca desde la siembra y produce semillas híbridas (en un criadero en Pergamino), productos fitosanitarios, fertilizantes y silobolsas y agrega valor transformando el maíz en carne y en energía, vía la producción de bioetanol.
¿Cómo es ese proceso? El maíz se inserta en la empresa a través de Alimentos Magros, que en una granja de cerdos en San Luis produce 12.785 toneladas de carne porcina y consume 21.500 toneladas de maíz al año, precisó Accastello.Los 300 metros cúbicos de efluentes diarios que se generan alimentan 5 biodigestores, que generan 2 MWh dentro de Renovar, un programa de Energías Renovables.
Además, en su planta de bioetanol de maíz en Villa María, el mayor establecimiento en su tipo, ACA Bio procesa 725.000 toneladas de maíz y produce 290.000 m3 de bioetanol de maíz por año (unos 290 millones de litros). La cosa no queda ahí.Desde hace 8 años en la planta se mide la huella de carbono en todo el ciclo de vida del cultivo, desde la siembra, pasando por la industrialización y el transporte, incluso al exterior. “Hemos certificado con normativas europeas que nuestro etanol ahorra 72% de emisiones de efecto invernadero”, contó Accastello. Lo que le permitió exportar a destinos de la exigentísima Unión Europea.
La experiencia, prosiguió el ejecutivo, indica que la demanda de maíz para convertir en proteína animal y en bioetanol podría crecer en 16 millones de toneladas para 2033. Y hay chances de industrializarlo más si se adopta el modelo de Brasil, con un corte de etanol en la nafta al 27% y el uso de motores flex al 100 por ciento. Eso da un corte ponderado del 48% y requeriría una demanda extra de 9 millones de toneladas de maíz.
“Harían falta 12 nuevas ACA Bio”, estimó Accastello, quien vaticinó que para 2033 la Argentina podría producir 80 millones de toneladas de maíz sembrando unas 8 millones de hectáreas a un rinde de 10 toneladas por hectárea (el actual es de 8).
Teresa Cañete, a cargo del Desarrollo de Negocios de Bio4, describió la “bioeconomía” de la planta de bioetanol y energía renovable de la empresa en Río Cuarto.
Creada por 26 productores, desde 2012, Bio4 desarrolla así sus fierros bio. En 2015 a la producción de etanol sumó la de energía renovable a partir de destilado fino de maíz y recuperación de pasivos ambientales para hacer biogás. El siguiente eslabón fue cuando en 2021 creó la empresa Carbon Neutral Plus, que mide las emisiones de gases de efecto invernadero. Gracias a ese desarrollo de planta de bioetanol asociada a generación de biogás, la empresa ahora exporta su tecnología a EEUU.
Impacto significativo
En zonas alejadas de los puertos, como Río Cuarto, la transformación del maíz en origen tiene un impacto económico significativo. “Por cada tonelada de maíz, a un valor de USD 210 la tonelada, se obtienen productos como el bioetanol y sus derivados, por USD 343 la tonelada, lo que representa un aumento del 60% en valor agregado”, comparó Cañete.
El vicepresidente de la Asociación Brasileña de Productores de Maíz (Abramilho), Enori Barbieri, describió la estrategia que siguió su país para convertirse en el mayor productor de alimentos y de maíz del continente. “Hace 60 años, cuando yo era chico, Brasil no producía nada de proteína animal. El bacalao venía de Noruega y la carne, de la Argentina”, recordó. Hoy, fruto de política públicas consistentes e iniciativa privada, Brasil es un motor mundial de agronegocios y vía Abramilho busca promover, con sus pares de Argentina y EEUU, la producción de maíz con biotecnología.
Barbieri admitió que asociarse a competidores generó algunas dudas, pero prevaleció la idea de “convencer entre los tres que la biotecnología es competitividad y traza el camino”. Y destacó el rol pionero de Alysson Paulinelli en la transformación agrícola brasileña. Fue, dijo, quien a partir de la ciencia y la investigación introdujo la producción en la región del “Cerrado” e inició una revolución productiva.
Hoy los 1.102 municipios de la región producen 46% de la soja, 49% del maíz, 93% del algodón y 25% del café brasileños, además de 32% del ganado y 22% de los pollos y los cerdos, según datos del IBGE, el instituto estatal de estadísticas.
Con 126 millones de toneladas, Brasil es el segundo exportador mundial de maíz, aunque Barbieri reconoció tareas pendientes, en especial, en logística. El Estado Mato Grosso, citó, es con 46 millones de toneladas el principal productor de maíz de Brasil, pero está a 2.000 kilómetros de los puertos y centros de procesamiento y un productor debe recorrer 300 kilómetros de camino de tierra hasta llegar al asfalto. Pero el dirigente confesó un secreto: “de 513 diputados, más de 300 forman parte del frente parlamentario de agricultura”.
El fenómeno opuesto ocurre en la Argentina, donde el campo y la agroindustria, cuando les va mal, producen “daño económico”, pero no “daño electoral”, dijo en otro panel Gustavo Idígoras, presidente de la Cámara de la Industria Aceitera y de Exportadores de Cereales, que apuntó como ejemplo el caso de un legislador oficialista por Santa Fe que apoyó normas que limitan o prohíben inversiones en biocombustibles, dañando los intereses de su propia provincia. Y pudo hacer, dijo Idígoras, sin temor al “daño electoral”. Aunque no lo mencionó, el titular de CIARA-CEC apuntaba al caso del diputado rosarino Carlos Cleri, del Frente de Todos.
“Ya estarían quebrados”
El brasileño Barbieri, tras escuchar durante la jornada las penurias de sus pares locales (cepo y retraso cambiarios, retenciones, cuotas, indisponibilidad de divisas, obstáculos para importar insumos y, de yapa, sequía) reconoció que si los productores brasileños tuvieran los problemas de los argentinos “ya estarían quebrados” y marcó que la productividad del maíz brasileño (7 toneladas por hectárea) es aún inferior al argentino (8 toneladas). “Ustedes perseveran”, reconoció.
El panorama del complejo maicero argentino dijo a su turno Julio Calzada, director de Estudios Económicos de la Bolsa de Comercio de Rosario, está muy ligado a políticas públicas. Por caso, recordó que el proyecto de ley enviado por el Ejecutivo a partir del plan del Consejo Agroindustrial Argentino, tributario de aportes y opiniones de 60 entidades vinculadas al campo y la agroindustria de todo el país, duerme hace meses en el Senado de la Nación.
El plan apunta a pasar de 120 a 180 millones de toneladas de producción agrícola al año (de los cuales el maíz aportaría el 40% (24 sobre 60 millones de toneladas de aumento) y de USD 60.000 a USD 100.000 millones de exportaciones agroindustriales, a partir, en el caso del maíz, de medidas como la aceleración de la amortización de bienes de uso, cambios en la administración del IVA (que hoy desalienta la producción de carne porcina), reducción de retenciones (a 2 puntos por año sobre el maíz y el trigo, a 3 sobre la soja) y ley de riesgo agropecuario que amplíe las opciones, hoy limitadas casi exclusivamente a granizo e incendio.
Calzada mencionó también un estudio preliminar de la BCR sobre las posibilidades de expansión de producción y usos del maíz, que llevaría el consumo interno de los 19 millones actuales a 33 millones hacia 2033, incluido un aumento de la producción interna de carnes, 6 a 9 millones de toneladas anuales.
Cambios de política pública al margen, ¿qué debería cambiar el sector privado?, le preguntó Bisang a Calzada. La cadena de valor del maíz cumplió; productores, semilleros y el sector de maquinaria agrícola hicieron su parte. Pero la investigación se limitó a los ejes y consumos de maíz más tradicionales, respondió el investigador de la BCR.
“Falta avanzar en bioplásticos. Hay que poner dinero en investigaciones sobre este tema. El conocimiento científico en plásticos y aplicación de maíz en otros rubros es algo que hoy no tenemos. Ahí estamos patinando”, afirmó Calzada.
Un gráfico del informe preliminar de la BCR muestra proyecciones de reemplazo de plásticos derivados de combustibles fósiles con bioproductos derivados del maíz que implicarían un aumento de la demanda mundial de nada menos que 100 millones de toneladas anuales del cereal.
La estimación de la Asociación de Productores de Maíz de EEUU (National Corn Growers Association) sugiere un mundo de maíz omnipresente, desde vasos descartables de café, botellas de agua, envases de detergentes, reemplazo de telas de nylon, contenedores descartables, caderas artificiales para implante, partes de legos, bolsas descartables de compras y un largo etcéctera.
El estudio de la BCR precisa que, por peso, el rendimiento del maíz para la producción de bioplásticos es de 2,5 a 1, particularmente para producir PLA (Poliactid Acid), un polímero biodegradable y sustituto de plásticos como Polipropileno (PP), Polietileno (PE), Poliestileno (PS) y Tereftalato de Polietileno (conocido como PET, por su sigla en inglés), muy usado en envases de bebidas y textiles.
Una de las ventajas del PLA es que se produce a partir de recursos naturales como el maíz, la caña de azúcar y otros cultivos, es más fácilmente biodegradable que los polímeros convencionales, tiene menor impacto ambiental y versatilidad como para usarse en una amplia gama de aplicaciones, desde envases para alimentos, bolsas de compras y piezas de automóviles.
Del fondo de los Océanos a las cumbres del Himalaya
Por sus propiedades físicas y mecánicas, el PLA es comparable al PP, PE, PS y PET en resistencia y rigidez, amén de que estos últimos pueden tardar cientos de años en degradarse.
El PLA de maíz ayudaría así a reducir (o a dejar de aumentar) el volumen de residuos plásticos acumulados en los vertederos y el ambiente, desde el fondo de los océanos hasta las cumbres del Himalaya, como debatió hasta el viernes la Cumbre del Plástico que tuvo lugar en la sede de la Unesco, en París. El presidente francés, Emmanuel Macron, urgió allí a reducir la contaminación plástica y avanzar para llegar a un acuerdo global sobre la materia a más tardar en 2025.
“Si no hacemos nada, la generación de residuos plástico se triplicará de aquí a 2060; necesitamos poner fin definitivamente a un modelo globalizado e insostenible en el que los países desarrollados y China producen plásticos y los envían como residuos a países en desarrollo que tiene menos posibilidades para reciclarlos”, dijo Macron en un discurso ante los delegados de 175 países del mundo.
Arabia Saudita, los países del Golfo, más Rusia, India y China, sin embargo, buscan bloquear el avance contra los plásticos, sea por tratarse de países petroleros, aliados a ellos o no dispuestos a reducir significativamente el consumo de plásticos.
De todos modos, dijo Nelson Illescas, del Instituto de Negociaciones Agrícolas Internacionales, en Maizar, “el cerco sobre los combustibles fósiles se cierra cada vez más y nos invita a ser creativos sobre su reemplazo”, apuntando a los bioproductos.
“Hay mucho haciéndose y por hacerse y los compromisos de neutralidad de carbono están a la vuelta de la esquina. Para la Argentina, implican alcanzar la neutralidad en 2050. Eso significa, dijo, más biomasa, más bioinsumos, más química verde. “Estamos mejor que hace 5 ó 10 años y esos desafíos nos sirven para avanzar”, completó.
(Fuente: Infobae)