Las abejas desempeñan un rol crucial en la producción agrícola global, y Argentina no es la excepción. En particular, la relación entre la apicultura y la citricultura se ha convertido en un tema central para la sostenibilidad de los cultivos y el mantenimiento de los ecosistemas agrícolas. Para entender esta interacción, hablamos con la Dra. Natacha Chacoff, investigadora especializada en ecología y polinización, quien nos explicó la importancia de las abejas en la producción de cítricos y los desafíos que enfrentan.
Según la Dra. Chacoff, las abejas tienen una relación simbiótica con los cítricos: “Las abejas obtienen alimento en las flores, como el néctar y el polen, mientras que las flores reciben el servicio de polinización, fundamental para la formación de frutos”. Este proceso ocurre cuando las abejas transportan el polen desde las anteras masculinas al estigma femenino de las flores, asegurando la reproducción de la planta. En un reciente estudio realizado junto a otros investigadores, Chacoff y su equipo descubrieron que las abejas son esenciales para aumentar tanto la cantidad como la calidad de los frutos en cultivos de mandarinas, pomelos, limones y naranjas.
Este beneficio se traduce en términos ecológicos como “mutualismo”, un tipo de interacción en la que ambas partes se favorecen. “Las abejas no solo ayudan a producir más frutos, sino que las abejas de la miel generan miel de azahar, mientras que los cultivos obtienen un rendimiento superior gracias a la polinización”, señala la experta. Sin embargo, la abeja de la miel (Apis mellifera) no está sola en esta tarea. Chacoff destaca que existen otras especies de polinizadores, como los abejorros y las abejas halictidae, que también contribuyen significativamente. “Los abejorros, por ejemplo, tienen un tamaño corporal más grande que les permite transportar más polen, mientras que las halictidae, pequeñas y de un característico color verde metalizado, complementan el trabajo en zonas urbanas y suburbanas”.
La diversidad de polinizadores no solo aumenta la eficiencia del proceso, sino que también fortalece la resiliencia de los ecosistemas agrícolas. “La producción mejora con una mayor variedad de especies. Esto es algo que se ha observado en estudios globales y también lo vemos en los cítricos. Aunque la abeja de la miel domina las visitas a las flores, otras especies locales aportan en diferentes grados a la polinización”, explica.
No obstante, la contribución de las abejas enfrenta serios desafíos. Uno de los principales problemas es la pérdida de hábitats naturales debido a la expansión agrícola y urbana. “Las abejas necesitan lugares donde anidar y obtener recursos florales. La reducción de áreas naturales limita estas posibilidades, afectando directamente a las poblaciones”, advierte la Dra. Chacoff. Además, el uso de agroquímicos representa una amenaza significativa. “En muchos casos, los pesticidas no solo causan la muerte de las abejas, sino que también las desorientan, impidiendo que regresen a sus colmenas. Esto debilita las colonias, lo que repercute negativamente en su capacidad para polinizar”.
En regiones citrícolas como Tucumán, donde los cítricos suelen cultivarse cerca de áreas naturales como las yungas, todavía existen oportunidades para conservar a los polinizadores. Según Chacoff, muchos predios citrícolas incluyen espacios no productivos que podrían ser utilizados para este fin. “Estamos trabajando en estrategias que permitan poner en valor estas áreas dentro de las fincas. Espacios como bosques remanentes o áreas abiertas con pastizales albergan una gran diversidad de polinizadores y pueden ser manejados para maximizar su conservación sin afectar la producción”.
Una de las propuestas más prometedoras es la implementación de franjas florales en los bordes de los cultivos. “Estas franjas proporcionan recursos esenciales para las abejas, como alimento y refugio, lo que mejora su salud y, a largo plazo, la productividad de los cultivos”, afirma Chacoff. Sin embargo, reconoce que convencer a los productores de destinar terrenos a estas prácticas sigue siendo un desafío.
Por otro lado, Chacoff también subraya la importancia de la educación y la gestión adecuada de las interacciones entre abejas y humanos. Ante situaciones como la aparición de enjambres en zonas urbanas, recomienda buscar ayuda de expertos como los bomberos o la Fundación Fara, quienes trabajan en la relocalización segura de las abejas. “En general, ellos utilizan humo para ahuyentar a las abejas de manera controlada, garantizando tanto la seguridad de las personas como la protección de los polinizadores”.
El trabajo de conservación y manejo de polinizadores no solo beneficia a la citricultura, sino que también tiene un impacto más amplio en la sostenibilidad de los sistemas agrícolas y la seguridad alimentaria. Las abejas son un eslabón fundamental en la cadena que conecta la biodiversidad con la producción agrícola. En palabras de la Dra. Chacoff, “proteger a los polinizadores no es solo una cuestión ambiental, sino también una inversión en el futuro de nuestra agricultura y nuestra alimentación”.
El compromiso de investigadores como Natacha Chacoff y de iniciativas como la de Fundación ProYungas demuestra que es posible encontrar un equilibrio entre la producción agrícola y la conservación de la naturaleza. A medida que crece el reconocimiento de la importancia de las abejas en la citricultura y en otros cultivos, se abre una oportunidad para adoptar prácticas más sostenibles y garantizar la coexistencia de la agricultura y la biodiversidad en Argentina.
(Fuente: Suena a Campo)