Para muchísimas empresas agrícolas argentinas la campaña 2022/23 ya está perdida. Y la gran apuesta es lograr una adecuada siembra de granos finos con el propósito de obtener un flujo de ingresos importante hacia fines de 2023.
Sin embargo, las posibilidades de que la campaña fina 2023/24 no pueda lucirse siguen siendo elevadas en la actual coyuntura, dado que –en pleno comienzo de marzo– las reservas hídricas siguen siendo deficitarias en gran parte de la región central argentina.
El pronóstico de largo plazo del Servicio Meteorológico Nacional dice que en lo que respecta al próximo trimestre, el régimen de precipitaciones tenderá a normalizarse.
El rango normal histórico de precipitaciones para la zona pampeana argentina entre los meses de marzo y junio oscila entre 200 y 300 milímetros. Si las lluvias se acercan al límite inferior del rango histórico, entonces la posibilidad de recomponer reservas hídricas se tornará más difícil.
La otra gran cuestión es el ritmo de distribución de las lluvias, el cual debería ser adecuado para poder sembrar sin contratiempos en el rango temporal que se extiende de mayo a julio.
Afortunadamente, en el segundo semestre del año se anticipa la formación de una fase ENSO “Niño”, lo que contribuiría a sostener –en términos generales– lluvias adecuadas durante el período crítico de formación de rindes de trigo y cebada.
Sin embargo, sin una buena humedad inicial es poco probable que, luego del quebranto experimentado en 2022/23, haya muchos empresarios agrícolas dispuestos a jugarle una ficha más a la “lotería climática”. (Bichos de Campo)