Cuál es el camino para promover el desarrollo de la biotecnología y la bioeconomía en Argentina. Tal fue uno de los ejes del Congreso Iberoamericano de Producción y Economía del Conocimiento 2023, donde se enfatizó la importancia del diálogo público-privado para establecer políticas estables y a largo plazo.
Especialistas locales e internacionales vinculados al sector agroindustrial y biotecnológico afirmaron la necesidad de establecer políticas estables y de largo plazo para promover la innovación biotecnológica del agro argentino, en respuesta a la demanda mundial de alimentos. Y debe hacerlo, señalaron, con parámetros exigentes, como trazabilidad del origen de las materias primas agrícolas y pecuarias y de los alimentos y la producción con valor agregado.
Desde el ámbito privado plantearon la necesidad de dar soluciones rápidas y certeras a la demanda mundial de una producción de alimentos sustentable. Alfredo Paseyro, director ejecutivo de la Asociación de Semilleros Argentina (ASA) sostuvo que el mayor desafío “es la transformación de materias primas a una producción con valor agregado y estimular la generación de inversiones millonarias en el campo biotecnológico”.
Más bioproducción
“El mundo pide a gritos pasar a energía renovables y Argentina puede producir mucho más etanol de maíz o caña de azúcar, y biodiesel de soja. Allí, como en otras áreas, falta combinar lo público-privado para establecer políticas de largo plazo e insertarnos en las negociaciones globales”, subrayó Gonzalo Ramírez Martiarena, fundador y CEO de Swiss Pampa, quien refirió la necesidad de abrir en la Argentina un diálogo público-privado, como hizo Brasil, para establecer cómo será el esquema productivo y de exportación para los próximos 25 años “independientemente de quien gobierne”.
“Estados Unidos, por ejemplo, dedica un tercio de su cosecha de maíz a la producción de etanol. Es decir, 125 millones de toneladas mientras que la Argentina produce 55 millones en total. Allí hay que combinar lo que piden las empresas privadas con lo que el gobierno está dispuesto a dar, en una mesa de negociación, para ver cómo encontramos un futuro común para que crezca la industria”, explicó Ramírez Martiarena.
Paseyro también aseguró que no es sencillo transformar materias primas en valor agregado. “Hace falta pensar y repensar la vinculación que debe tener el complejo científico-tecnológico con los diferentes sistemas productivos”, afirmó. Según el presidente de ASA, hacerlo requiere una articulación público-privada, contar con políticas públicas que den previsibilidad a un trabajo que requiere grandes inversiones en una línea de tiempo no menor a ocho o diez años. “Para Argentina es una oportunidad, y aunque hay algunos obstáculos, contar con el aporte de la biotecnología local dentro de la bioeconomía es parte de la solución”, explicó.
Ramírez Martiarena, que también fue CEO Global de Dreyfus, apuntó a cierto malentendido, agudizado a partir de 2008, por el conflicto del campo. “Escucho hablar del grano de soja como algo que podemos tirar en el jardín, y hacerlo crecer solo hasta su cosecha, cuando ya hay empresas que intentan producir proteína animal dentro del grano de soja con la eficiencia de la fotosíntesis”, puntualizó. En cambio, agregó, “es una utopía pensar que América en los próximos 25 años va a seguir produciendo todos los alimentos que consumirá Asia ya que en el mercado asiático apuestan a contar con cadenas más cortas y a no depender de un solo proveedor. Se buscará la seguridad alimentaria y no depender de tres países que proveen unos 100 millones de toneladas de poroto de soja para alimentar animales”.
Aporte tecnológico al agro argentino
Al evaluar la situación Argentina, Natalia Fernández Eraso, Head of Regulatory Sciences Conosur de Bayer, destacó la potencia innovadora del agro argentino. “La innovación en el agro es potente y tiene un gran impacto en un país como la Argentina. Debemos entender que los transgénicos no son mala palabra, ya que nos permite como país tener un crecimiento enorme”, destacó.
Además, Fernández Eraso recordó algunos beneficios de la biotecnología. “A través de la investigación se pueden insertar un gen en las plantas para generar una protección contra los insectos y así utilizar menos insecticidas, lo que tiene un gran impacto ambiental. Allí la empresas invierten hasta 16 años para producir un transgénico hasta su lanzamiento y comercialización”, ejemplificó. En la Argentina, prosiguió, la industria semillera ocupa al 4% de los científicos del país en procesos de investigación y desarrollo y destina el 9% de su facturación a este tipo de actividades.
También recordó que desde la promoción de la Soja RR (Roundup Ready) a mediados de los noventa, Argentina promovió y aprobó otros 69 eventos tecnológicos en maíz, soja, algodón, papa, cárcamo, alfalfa y trigo. “Allí hay que destacar la capacidad técnica y la madurez que tienen nuestros sistemas regulatorios, como la Comisión Nacional de Biotecnología, la Conabia, creada en 1991.
Roberto Bisang, economista y especialista en temas agropecuarios, consideró que la biotecnología se presenta actualmente como una de las claves de transformación del modelo productivo argentino. Como ejemplo, consignó que en el caso puntual del maíz se pasó de hacer polenta a producir fibras para hacer zapatillas. “El modelo de desarrollo que debe tener en cuenta el país, con un mundo bioenergético que camina muy rápido, es que lo renovable tiene un peso esencial”, explicó.
“Hoy el nuevo modelo industrial se consolida sobre la base de la obtención de energías renovables, materiales recirculables, bienes de capital biológicos y biomasa en lugar de granos para producir y exportar. Hoy lo que interesa es la planta completa y el rastro que deja desde que nace”, dijo Bisang, y agregó un mensaje de “luz al final del túnel” si el país se acomoda a un mundo cambiante. “Hay que conversar por ende en aspectos como los derechos de propiedad de los bienes de capital de futuro”, concluyó.
Mercado laboral local
Roxana Maurizio, investigadora del Instituto Internacional de Planeamiento de la Educación (IIEP) de la Unesco, evaluó las condiciones que deberá enfrentar en el futuro mercado de trabajo y la educación, atento a los cambios mundiales en línea con los cambios tecnológicos y en los hábitos de consumo a nivel mundial. Allí remarcó la necesidad del mercado laboral de “crear empleo de calidad”, en función a los cambios que se producen. Entre ellos, mencionó la transición demográfica, la creación de nuevas ocupaciones y trabajos, entre las que mencionó el Teletrabajo, el Trabajo por Plataforma, y la Venta de servicios al exterior.
“Hay un gran impacto de la tecnología sobre un proceso creciente por contar con un mayor nivel educativo y calificación laboral. Atento a estos desafíos, Argentina cuenta hoy con un cuarto de su población con nivel universitario completo y también uno de cada tres trabajadores, hoy no terminó el secundario”, concluyó la especialista.
(Fuente: Infobae)