Como suele ocurrir cada año, las labores relacionadas al maíz en este momento están siendo en continuado y “empalmando” las diferentes campañas: en el sur de Buenos Aires avanzan las últimas cosechadoras del ciclo 2023/24, mientras en Santa Fe y Entre Ríos la Bolsa de Cereales porteña relevó los primeros lotes sembrados de la nueva temporada.
Pero lo que une también a ambos ejercicios es la plaga que este año encendió las alertas de todos los colores posibles: la chicharrita del maíz y los virus y bacterias que transmite y provocan la enfermedad del “achaparramiento del maíz”, que provoca una fuerte caída de los rindes.
De hecho, los pronósticos productivos marcan una cosecha de 46,5 millones de toneladas, más de 10 millones de toneladas por debajo de lo que se estima podría haberse alcanzado si no hubiera proliferado este insecto.
Y esta bomba tiene esquirlas sobre la campaña próxima a comenzar, ya que todos los pronósticos marcan una fuerte caída de la siembra.
LA CHICHARRITA, EN EL CONGRESO INTERNACIONAL DE MAÍZ
Una muestra de la preocupación que genera la plaga fue el Congreso Internacional de Maíz que se realizó la semana pasada en la ciudad de Córdoba: 12 de los 37 paneles desarrollados durante dos jornadas estuvieron relacionados a la chicharrita y el achaparramiento.
¿Lo bueno en este contexto? En varios de estos paneles, los disertantes dejaron datos que permiten ser optimistas en relación a que se encuentre una rápida solución para este problema sanitario.
Los primeros en referirse a este tema, en el primer panel que abrió el Congreso, fueron los expertos del INTA, Augusto Casmuz (EEA Obispo Colombres) y María de la Paz Giménez Pecci (IPAVE), quienes estuvieron junto a Roberto De Rossi, experto fitopatólogo de la Universidad Católica de Córdoba (UCC) y coordinador técnico del Congreso Internacional de Maíz.
Casmuz advirtió que, aun en ausencia de maíz, las poblaciones de la plaga se proveyeron de refugios en cultivos invernales, de servicios y malezas. “Donde no está sembrado el maíz, el insecto ya está en el sistema, es altamente longevo, con un potencial de desarrollo muy importante, hasta 600 huevos por hembra. Ninfas en el cultivo son indicadores de altas poblaciones en condiciones de temperatura y humedad”, precisó.
También mencionó que el adulto es bastante longevo, con una supervivencia de 45 a 70 días, y recalcó que en ausencia de maíz se puede extender entre 90 y 120 días, con capacidad de movilidad y migraciones.
“Es necesario empezar a gestionar el manejo de la plaga porque está presente en muchas zonas”, alertó.
En este sentido, amplió que en los monitoreos se observaron remanentes que pasaron el invierno con una mayor proporción de hembras, cinco por cada macho “y si tienen hospederos van a tener multiplicación”.
De todos modos, de aquí surgió el primer dato positivo: “Estos son datos claves para gestionar la plaga; hoy estamos mucho más preparados en conocimientos y herramientas de manejo para poner en práctica en un cultivo clave”.
Por su parte, Giménez Pecci hizo hincapié en no enfocarse solamente en la bacteria spiroplasma, que es la más difundida en la región y que necesita calor para multiplicarse, sino también en todos los patógenos que enferman al cultivo y son transmitidos por la chicharrita.
“Tenemos a la chicharrita, los cuatro patógenos y el maíz. Puede haber hospedantes durante el invierno donde busca humedad porque el bicho es susceptible a la seca. Cualquier cosa verde, monte, alfalfa, trigo, buscará refugio hasta que encuentre un maíz, como el maíz guacho”, señaló la investigadora.
Giménez Pecci mostró imágenes y describió cómo impactan los patógenos sobre la planta de maíz, espigas y distintas coloraciones, sintomatologías características.
“Cuando vemos granos salteados es rayado fino (uno de los patógenos). También lo producen los estreses. Y en esta campaña hemos tenido calor y falta de agua. Un festival de estrés ambientales, además del achaparramiento”, describió.
En este marco, mencionó otro dato que puede considerarse como favorable: “Hay materiales y germoplasma resistente, démosle un tiempo a los semilleros. No evaluemos en floración sino en R4. Si vamos antes por spiroplasma nos vamos a equivocar”.
(Fuente: Infocampo)