El cultivo de tomate en la región del NOA enfrenta una nueva amenaza que tiene a los productores en alerta: el virus rugoso del tomate. Esta virosis, que ha afectado a cultivos a nivel mundial, es motivo de preocupación en el norte argentino, donde el tomate es uno de los principales productos agrícolas. En diálogo con SUENA A CAMPO el ingeniero agrónomo Ceferino Flores, del INTA Yuto, detalló los principales desafíos y las medidas preventivas que se están implementando para proteger la producción local.
El virus rugoso del tomate, explica el Ing. Flores, se caracteriza por una transmisión mecánica, lo que lo diferencia de otras virosis. «Afecta mucho, toda la superficie productiva puede verse comprometida«, señala, y describe los síntomas iniciales que deberían encender las alarmas entre los agricultores: “Lo primero que se observa es el amarillamiento uniforme en las hojas y brotes tiernos, con un característico ampollamiento verde oscuro, rodeado de áreas más claras. Además, en los frutos, cuando empiezan a tomar color, aparecen manchas amarillas”. Estos síntomas no solo afectan la apariencia del fruto, sino que el problema más grave radica en la drástica reducción del rendimiento. «Una parcela afectada puede perder hasta el 70% de la producción«, subraya.
En cuanto a la situación actual del virus en la región NOA, el ingeniero menciona que, aunque en años anteriores se detectaron algunos casos aislados, en lo que va de 2024 no se ha registrado ninguna presencia del virus en la zona. Este éxito, según Flores, se debe en gran parte a las medidas de prevención y concientización implementadas por entidades como SENASA, INTA y Nasi. «Se ha trabajado mucho en informar a los productores, y este año aún no se ha detectado el virus en el NOA«, indica, dejando en claro que la comunicación y la difusión de información son claves para mantener el virus a raya.
La prevención, insiste Flores, comienza desde el mismo momento en que se seleccionan las semillas. “Lo primero que tiene que saber el productor es que debe trabajar con semillas certificadas, porque es la única forma de garantizar que están libres de la enfermedad”. Además, los cuidados fitosanitarios juegan un papel crucial. “Dado que es una virosis de transmisión mecánica, las herramientas de manejo deben ser esterilizadas frecuentemente, y el movimiento de los operarios en el campo debe ser controlado”, aconseja el ingeniero, enfatizando la importancia de un monitoreo constante para detectar y aislar plantas sospechosas.
Uno de los principales riesgos, señala, es la posibilidad de trasladar plantas infectadas de una zona a otra sin los permisos adecuados. “Es crítico que no se muevan plantas sin la reglamentación oficial de SENASA”, afirma, y agrega que en Argentina se han endurecido las leyes para asegurar un control estricto sobre los viveros. Este control ha sido fundamental para reducir el riesgo de propagación, especialmente en regiones donde la producción de tomate es clave.
Aunque la región NOA tiene ciertas condiciones climáticas que podrían favorecer la propagación de enfermedades, en el caso del virus rugoso, el principal desafío sigue siendo su transmisión mecánica. «Lo importante acá no es tanto el ambiente, sino la presencia del virus. El simple hecho de que una planta esté infectada, sin importar su tamaño o variedad genética, puede resultar en una rápida diseminación del virus«, explica Flores.
Frente a este panorama, muchos productores se preguntan si existen variedades de tomate que sean resistentes al virus. Al respecto, Flores señala que algunas empresas están desarrollando materiales genéticos con buen comportamiento frente a la enfermedad, pero advierte que es un proceso que tomará tiempo. “Hay varias empresas trabajando en ello, y seguramente en el futuro cercano tendremos materiales resistentes, pero deben ser aprobados en cada región, ya que las condiciones ambientales pueden influir en la susceptibilidad de los cultivos”, aclara.
En caso de detectar el virus en el campo, el Ing. Flores recalca que los productores no deben tomar decisiones apresuradas. “Lo primero es no tocar la planta. Debe marcarse con una bolsa plástica o una cinta de peligro, y de inmediato comunicarse con las oficinas de SENASA o INTA para que tomen una muestra oficial y realicen el análisis”, explica. Además, asegura que en Argentina, a diferencia de otros países, no se obliga a los productores a erradicar completamente una parcela infectada. “Si se detecta una planta positiva, se indicará que se tomen medidas para evitar la diseminación, pero el productor puede seguir cosechando y comercializando su producto”, lo cual es fundamental para no perjudicar innecesariamente la economía del agricultor.
Finalmente, el ingeniero recuerda la importancia de la educación y el intercambio de conocimientos entre los productores. En ese sentido, destaca las Jornadas Hortícolas que se llevarán a cabo en la estación experimental del INTA Yuto, donde se discutirán temas clave como la sostenibilidad de la horticultura y el manejo de enfermedades. “El objetivo es mostrar hacia dónde va la horticultura, con un enfoque en el cuidado del ambiente, el suelo y los recursos naturales”, concluye.
Este evento, que espera reunir a más de 400 productores de la región, será una oportunidad para seguir trabajando en conjunto y prevenir la diseminación del virus rugoso del tomate, salvaguardando así la producción de una de las hortalizas más importantes del NOA.
(Fuente: Suena a Campo)