“Desde los Consorcios Regionales de Experimentación Agropecuaria (CREA) y desde el comité ‘Salvemos al Maíz’ estamos convencidos de que los productores deben atender varios aspectos netamente técnicos a la hora de decidir sobre la siembra en la próxima campaña de maíz. Dependerá mucho del ambiente en que este productor se encuentre. Debido a ello, según la región, las recomendaciones son diferentes. Esto es consecuencia de cómo se comporta la plaga en los diferentes ámbitos”, explicó Lucas Cazado, integrante de ambos espacios.
Dijo que antes de determinar esto conviene entender y conocer cómo vive y cómo se alimenta el vector del spiroplasma, la “chicharrita del maíz”, Dalbulus maidis. “Este insecto tiene un ciclo de vida de 24 días desde huevo a adulto y puede tener hasta cinco generaciones al año. El adulto puede vivir hasta 70 días. Los adultos se protegen en cogollo -haz o envés- y son muy móviles, por lo que tiene una gran capacidad de migración. Los adultos sanos son atraídos a plantas enfermas por el espectro del color amarillo”, precisó.
Añadió que, en lo referente a los insectos que están infectados con el spiroplasma, estos tienen más tolerancia a condiciones ambientales adversas como el estrés térmico.
“A raíz de ello, en el NOA es necesario cumplir con el vacío sanitario de unos 90 días, de agosto a noviembre incluido, antes de decidir la siembra, para evitar tener plantas de maíz en la que pueda vivir la chicharrita. Y para que el vacío realmente se haga también se debe cumplir con el control de los maíces guachos desde septiembre en adelante”, subrayó.
Destacó que es importante el monitoreo poblacional antes y durante el inicio del cultivo. “De la mano viene la premisa de no tener fechas de siembras escalonadas; hemos advertido que las siembras tempranas hacen que aparezcan las primeras generaciones de dalbulus, que luego se incrementan en las siembras sucesivas y permiten difundir la enfermedad de manera explosiva en los maíces que sembramos tradicionalmente en noviembre y diciembre”, indicó.
Debido a ello, recomendó concentrar las fechas de siembra, tratando de coordinar en grandes áreas, y que la ventana de siembra sea lo más corta posible. “Lógicamente que esta situación está muy supeditada a la disponibilidad de agua; pero mientras se pueda coordinar esto, ayudará mucho”, remarcó. Consideró que esos serían los grandes temas para bajar la población. “También es importante conocer la dinámica poblacional del vector. A raíz de ello estamos montando una red de trampas amarillas con 450 sitios en Argentina”, contó.
Con los datos que están aportando los monitoreos y con los que aportará la red de monitoreos que entrará en funcionamiento el productor podrá saber cómo se viene comportando la plaga durante el invierno y la primavera, y eso le permitirá hacer una proyección de los niveles poblacionales que están presentes.
(Fuente: La Gaceta)